Se las prometían muy felices Hitler y Jesucristo cuando decidieron irse al Ikea a comprarse una cama de 1.20 para dormir «bien juntitos». Como toda parejita de recien casados que comienza un proyecto de vida en común, estaban muy ilusionados. La felicidad no tardó mucho en desaparecer. Hitler había estado aguántandose las ganas de follar, porque Jesús decía que quería llegar virgen al matrimonio, pero a pesar de eso tenía mucha fe en que la cosa funcionase. Lo que no se esperaba es que Jesús no se conformara con ser pasivo, ya que él era jodidamente activo y como le dijo un día a Hess: «Casarse con un hombre es normal, pero ya que te den por el culo es de maricones». Siempre había oído por ahí lo de «Ama a Jesús» y claro, se había creado unas expectativas muy gochas. Un día le dijo a Goebbels: «Al hacerle el amor por el culo al hijo de Dios no siento casi nada, no hay la suficiente fricción, creo que me ha engañado y que no es virgen, tiene el ano cedido». A lo que Goebbels replicó: «O tú la polla pequeña! Jajaja… ya en serio tron, no me seas, que te rayas, que te entra la parana y ya no hay quien te saque la idea, qué va a ser lo próximo, que es judío?». Hitler se calmó algo después de esta afable charleta con su colegui, pero lo de la polla pequeña le empezó a preocupar y cada día se sentía más acomplejado. Se la medía, buscaba información sobre la media de pene en la raza aria y mientras tanto Jesucristo quería darle por el bulla. Su virilidad estaba sólo regular.
Jesús tenía un nuevo mejor amigo: el frigorífico. No le gustaba estar en casa todo el día y se aburría, por lo que se puso a comer como un cerdo y gano muchísimo peso. Él, que siempre había estado hecho un figurín, y si no miradle en la cruz, que está delgao pero fibroso. Pues ahora se le estaba poniendo un culo de cubana que válgame. Y además de verse feo en el espejo, se le agrió el carácter, un humor de perros, a la mínima que Hitler le replicaba en algo, se ponía histérica, en plan loca menopáusica, con moño y todo también porque en casa no le gustaba llevar la melenaza suelta. Y además a Hitler se le había ido mucho la boca con lo de que le iba a mantener y en esa casa no entraba ni un jornal. Estaban tirando de la herencia que había dejado a Jesús su padre, pero claro eso no iba a durar toda la vida y más si estaba todo el día en el bar con los amigotes. Y que no conseguía trabajo decía el Hitler, que lo intentaba pero nada y le decía Jesús: «Qué vas a conseguir con las pintacas de macarra que me llevas y el curriculum que tienes, falséalo como hace todo el mundo, que no te veo ni picardía ni iniciativa, con lo que tú has sido». Y Hitler con la autoestima cada vez más tocada. Así que últimamente estaban ya durmiendo en camas separadas. Jesús dormía en la de 1.20 y Hitler en el sofa-cama que tenían para los huéspedes. Aunque sólo se había quedado Benedicto XVI una vez, que era colega de los dos, y con razón dijo que se le clavaban todos los muelles en la espalda.
Pero ya la relación se acabó de joder el domingo pasado. Hitler se había ido al cine con la pandi a ver «Lo imposible» y Jesús no quiso ir, dijo que prefería quedarse en casa tranquilamente viendo «Amar en tiempos revueltos». Esto levantó las sospechas de Hitler, que sabía que Jesús quería ver esa peli, que le habían dicho todas sus amigas que llorabas un montón y con lo drama queen que era él , le extrañaba que se la perdiese. Así que volvió a casa antes y allí se encontró tol pastel. Estaba Jesús con el culo en pompa y yo detrás, dándole lo suyo y lo del vecino. Hitler se puso a gritar así en modo mitín y yo me fui cagando leches (esto lo digo como una broma privada que me hago a mí mismo porque Jesús me había dado por el culo a mí antes y el muy cabronazo se me corrió dentro). Cuando pasé al lado de Hitler y como Jesús me había contado toda la historia, tuve un momento de humanidad y le dije: «No aprieta mucho, no es un problema solo tuyo», me miró mal, pero yo noté que se había quedado algo más tranquilo con mi mentira.