Esa noche de 1995 había sido una noche pesadillesca donde las haya, con infinidad de animalitos acuciándome para que me hiciera cargo de ellos. Demasiada responsabilidad para un conato de ser humano, alguien que ni tan siquiera sabía (ni sabe) atarse los cordones como es debido. Pero abrí los ojos y allí estaba Ella.
Las primeras tetas que vi (sin contar las de mi madre) fueron las suyas. Calculo que sería sobre el 82 y yo estaba plantado delante de la tele, supongo que por accidente, viendo una película llamada «Las Adolescentes». Recuerdo perfectamente su aparición estelar, su larga melena morena, sus gafas de abuela, su piel blanca y sus pezones rosados coronando sus pequeñas tetas. Creo que fue mi primera erección, al menos la primera que recuerdo, y mis hermanos (mucho mayores que yo) se dieron cuenta y se mofaron, obligándome a huir a mi habitación. Sencillamente, no sabía qué hacer con lo que había crecido entre mis piernas. A lo largo de todos esos años, entre el 82 y el 95, no había vuelto a tener acceso a esa película, pero la imagen de esa chica era algo que pululaba por mi mente sin hacer ruido, algo que aparecía fugazmente ante cualquier estímulo que despertara el recuerdo. Así que, de vuelta al 95, allí estaba Ella. Y no era su versión envejecida, veinte años mayor que en la película, sino la misma jovencita apetecible que se alojaba en mi memoria.
Por ahora estaba vestida, de pie enfrente de mi cama, mirándome con la actitud inocente de su personaje. Me levanté como un resorte y Ella dijo:
CHICA: No te vayas…
YO: ¿Irme? Jajaja… No, en serio, ¿cómo te llamas?
CHICA: ¿Yo? ¿Mi personaje? ¿O quién soy para ti?
YO: En mi cabeza te llamas «Primera erección», estaría feo llamarte así, ¿no?
CHICA: Jajaja, ¡qué gracioso! Si buscas un poco más en tu memoria seguro que me encuentras.
Pensé durante unos segundos.
YO: ¿Ana?
ANA: ¡Sí!
YO: ¡Claro que sí! Y ¿qué haces aquí? No es muy normal que en 1995 aparezca alguien de los 70.
ANA: Soy tu regalo.
YO: ??
ANA: Soy el regalo que te han hecho tus hijos, todos los animales del mundo. Han decidido que el mejor presente que podían hacerte era entregarte a la chica con la que te excitaste por primera vez, para que te desvirgase.
YO: Joder, ¡pues qué majos mis chavales! ¡Claro! ¡Por eso me sonrió ayer el cabrón de Farlopa! ¡Porque ya lo sabía!
Entonces mi perrito Farlopa entró en la habitación y apagó la luz con sus almohadillas. Y un caimán encendió una luz indirecta. Y un capibara puso un cd de música sexy en mi minicadena:
Un enjambre de abejas abrió la cama para que zumbáramos como ellas. Y un barbo me puso un condón con la boca. Y eso ya moló bastante por sí sólo, pero Ana reprendió al pez, me lo retiró y me llevó a la ducha, donde me bañó con delicadeza durante unos minutos para después meterse dentro conmigo, me dejó acariciarla y besarla mientras un montón de castores me jaleaban: ¡EH, EH, EH!. Me vine tan arriba gracias a su inestimable ayuda que la cogí en brazos y me la llevé a la cama. Esto era más o menos lo que había alrededor de nosotros mientras nos amábamos:
Lejos de desconcentrarme, la visión de mis hijos me daba vigor y confianza. Lo que pasó allí pudo haber durado un minuto, dado el épico calentón que arrastraba durante la última media hora y durante los últimos 17 años, pero duró una semana o un año o una vida. Duró un cojón, en definitiva. Un placer intenso, sostenido, prolongado… con una fantasía hecha carne y con un montón de entrañables hijos de puta jaleándome, entregados a la causa de que su padre se lo pasara en grande. No quiero caer en detalles escabrosos y por eso no voy a revelar qué grupo de animales me limpió los restos de esperma o cuál de ellos se metió entero en mi ano para proporcionarme una pizca más de clímax, una bola extra de placer. Lo importante es que los muy cabrones, mis chavales, lo hicieron de tal manera que ni tan siquiera me sentí mal cuando Ella desapareció. Me hicieron tomar conciencia de la naturaleza finita del placer, enseñanza que me ha sido útil durante el resto de mi vida. Pero tenía claro que un regalo tan gocho no me iba a salir gratis. Estaba en deuda con ellos y tarde o temprano alguno de ellos se lo iba a querer cobrar. No esperaba que fuese tan pronto.