Pues era Mayo o así de 1995 o así y yo estaba sentado en un banco del parque leyendo cualquier mierda insufrible de adolescente pedante y engreído, el Marca creo. Había unos veinte gorriones alrededor de mí, porque me estaba comiendo un bocadillo de mortadela sevillana y estaban como locos a ver si pillaban las migas que se me iban cayendo. En una situación así, es difícil fijarse en un gorrión concreto, porque son todos casi idénticos y se mueven mucho y muy rápido, pero hubo uno que llamó mi atención. Era el más lento de todos, mientras los demás revoloteaban desquiciados y el que más el que menos siempre conseguía una miga, éste gorrión estaba muy tranquilo, como un poco al margen de toda esa histeria. Puede que ya hubiera comido antes y no tuviera hambre y estuviera ahí por el mero placer de estar con toda la peña. O puede que él estuviera muy por encima de esas frenéticas batallas, puede que fuera un gorrión capaz de dominar sus impulsos. O simplemente tenía alguna especie de retraso mental. O estaba pasando por un periodo complicado a nivel emocional. Mientras yo pensaba en todo esto y seguía observándole, él parecía ajeno a mí, parecía sumergido en su eterno presente, en su falta de conciencia. Pero no. Se paró en seco, aferrando sus patitas al asfalto, echó su cabeza hacia arriba y sí, me miro. Fijamente. Y yo, evidentemente, le miré a él, no podía hacer otra cosa. Estaba dándose entre nosotros la situación esta tan puta de «a ver quién es el mierda que retira antes la mirada». Dios mío, yo era sólo un adolescente y un pájaro estaba entrando en mi mente, pisando fuerte, pisando fuerte. Ya era consciente en ese momento de que eso que me estaba pasando me iba a condicionar de alguna manera el resto de mi vida, sobre todo cuando el pájaro empezó a transmitirme información con la psique, telepatía de esa. Surgió un diálogo mental entre nosotros, este diálogo:
AVE
Hola.
YO
Hola, ¿qué hay?
AVE
Tú no sabes quién soy yo, ¿no?
YO
Pues pensaba que eras el gorrión nerd de la pandilla, pero ahora ya no sé que decirte telepáticamente, estoy un poco descolocado.
AVE
¿Descolocado? Pues ahora sí que lo vas a flipar en colores.
YO
Hombre, por la forma en la que te expresas diría telepáticamente que eres de Madrid.
AVE
No estoy hablando telepáticamente de eso, tontolaba. Escúchame telepáticamente y deja de decir telepáticamente esa clase de mongoladas.
YO
Te importa que dejemos de decir telepáticamente, telepáticamente.
AVE
Me da igual. ¿Sabes quién soy? Pues nada más y nada menos que tu hijo.
YO
¡Oiga usted! ¡Que yo no me he follado nunca a pájara alguna! ¡Soy virgen! ¿Qué vas a pedirme ahora?, una pensión, ¿verdad? Ahora os vais a poner a cantar todos «Adiós papá, consíguenos un poco de dinero más».
AVE
¿Tú crees que me hace falta a mí dinero para algo? Tú eres bobo.
YO
Oye, ¡háblame con respeto que soy tu padre!
AVE
Ah muy bien, ahora para lo que te interesa lo soy, ¿no? No es que me agrade precisamente ser tu hijo, pero entre todos tus hijos he sido el encargado de revelártelo.
YO
¿Más todavía?
AVE
Sí, todos los animales del mundo son tus hijos. Todos. Con todos vas a poder hablar si quieres y su felicidad va a ser en gran parte responsabilidad tuya.
YO
¿Y la madre qué? Tocándose el higo, ¿no? Por cierto, ¿quién es?
AVE
Eso aún no te lo podemos revelar. Bueno, que me piro, que esta gente se quiere ir a otro parque. Ya sabes lo que hay, papá. A partir de ahora ten cuidado con pisar hormigas cuando camines por la calle, porque estarás matando a tus hijas. Chaito.
Chaito. La madre que me parió. Con lo que me cuenta y se despide con un chaito. ¿Sería verdad lo que me había contado?. Me fui a casa bastante acojonado, la verdad. No lo he dicho, pero hacía sólo dos meses que había muerto mi madre. Quizá esto fuera producto del dolor por la pérdida y no fuera real. O quizá la mortadela estaba caducada. ¿Estaba loco? ¿Ya? ¿Tan pronto?. Es muy duro pensar eso, pero joder, era casi preferible a ser padre de todos los putos animales sobre la faz de la Tierra. Tenía 16 años, no estaba preparado para aguantar sobre mis hombros tamaña responsabilidad. No tenía por qué creerme lo que me había dicho telepáticamente un pájaro. Al menos no debía creérmelo ciegamente, sin cuestionármelo. Llegué a casa, me quité los zapatos y a la habitación entró mi perro Farlopa (el nombre se lo puso mi hermano el malo). Me sonrío y se fue. No dijo nada pero me lo dijo todo. Me eché a dormir, esperando que al dormirme me despertara y todo no hubiera sido más que un sueño del que poder reírme con mis amigos imaginarios. Cuándo desperté, la realidad que me encontré fue aún más loca que la que había dejado por la noche.